sábado, 24 de octubre de 2009

LA DEFINICIÓN COMO OBJETIVANTE

Es por ese principio por el que aparecen divergencias en el conocimiento, ya que en bastantes ocasiones al dirigirse hacia un objeto para nombrarle y definirle, se plasma gran parte de la misma ideología sin que la cosa -“lo-que-ai’tá”- pueda defenderse, por así decirlo. Esto es más aplicable en aquellos objetos de razón, como la justicia, el amor y la paz; y considerables son también tópicos y palabras que designan multitud, como “instrumento” y hasta la misma “ciencia” que puede dejarle lugar a la filosofía o quitárselo, según sea la objetivación por medio de la definición que en última instancia depende de la persona o personas que la realicen y la defiendan.

Siguiendo éste último ejemplo, se puede observar que la definición de ciencia como “Conocimiento cierto de las cosas por sus causas”, alcanza prácticamente a todo esfuerzo por el conocimiento, como la filosofía, la magia y la parapsicología –disciplinas que en diversos ámbitos intelectuales son rechazadas-. En cambio, una definición realizada por cierto grupo de disciplinas del conocimiento, como “Conjunto de conocimientos objetivos sobre ciertas categorías de hechos, de objetos o de fenómenos, que se basa en leyes comprobables y una metodología de investigación propia y la misma actividad para adquirirlas”, reduce considerablemente las disciplinas adeptas al grupo de “ciencias”.

Las cosas pueden ser verdaderas, según el enfoque y plano en el que se consideren como tales, es decir, se hace necesario que guarde una relación de circunstancias con las cuales se deba comparar, pero haciendo a un lado el resto, en virtud de que es inabarcable, dejándole en la conglomeración amorfa de circunstancias.




Somplemente GABE...